Cada mañana, al salir de casa, encuentro que la mitad del auto de mi vecino está sobre la vereda. No importa cuántas veces le diga que la vereda es para los peatones. Él insiste con dejarlo ahí porque “su auto está en la sombra”. Metros más allá una señora camina pelando una mandarina y bota la cáscara al suelo. Le digo que eso está mal, pero ella me mira de mala manera y grita palabras que no son ideales reproducir en estos momentos. Camino hacia la estación del Metropolitano y al cruzar la pista un chofer prefiere aumentar la velocidad antes que darme el paso. Encima me grita idiota. Sigo avanzando. Tomo el bus del Metropolitano y cuando voy a bajar las personas que esperaban suben sin dejarme salir del bus. ¿Es que estoy mal yo?

Nos estamos acostumbrando a vivir en un estado caótico, nada planificado y en el que la justicia parece inclinarse de acuerdo al grosor de la billetera. Desde las cosas pequeñas, donde nuestro buen juicio y ganas de vivir en paz deberían imponerse con respeto, se llega muchas veces a gritos y situaciones violentas.

Veamos solo un ejemplo: la policía de tránsito. Alguna vez conversaba con Luis Quispe Candia, Presidente de la ONG Luz Ámbar, organización que se encarga de observar y proponer mejoras respecto a las normas de tránsito, y él me decía que Perú era el único país donde la policía dirigía el tránsito. ¿Y entonces a qué debería dedicarse?, me pregunté yo, acostumbrado a verlos dirigir. A fiscalizar, me dijo, y agregó que para eso están los semáforos. Es cierto. Al dirigir el tránsito dejan de fiscalizar. Todos hemos visto cómo les tocan el claxon insistentemente cuando han parado a los vehículos en el cruce de alguna avenida principal. ¿No es esa una falta? ¿No debería tener algún tipo de sanción?

Vivimos en círculos viciosos: el chofer no respeta al ciclista, el ciclista no respeta al peatón y el peatón no respeta al chofer. ¿Alguno tiene sanción?

Y eso que aún no hablamos de los maltratos que sufren los pasajeros en el transporte público, los accidentes y el acoso callejero, y de otras tantas situaciones que vivimos día a día. Puedes revisar estas cifras como resultado del trabajo realizado por el observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos en diversos aspectos de nuestra convivencia. El link del estudio del 2018 es: http://www.limacomovamos.org/cm/wp-content/uploads/2018/12/EncuestaLimaComoVamos2018.pdf

Entonces, ¿está todo perdido? No. Definitivamente no. Hay quienes dan el pase a los peatones, quienes se llevan la basura hasta el próximo tacho, quienes tienen buenas intenciones por el cambio, por el respeto. Si el ejemplo desde nuestras principales autoridades no es el mejor, el camino debe ir a la inversa. Mostrémosles cuál es la ruta de una ciudad inteligente. Si quieren vivir en el estado de impunidad, rechacémosles. Es verdad: este cambio empieza por nosotros.

Nighel Schiaffino

Docente de Radio Informativa y del Taller de Periodismo para Multiplataformas.